20 de febrero de 2011

CASUERIES MANOS


MANOS 

1. Algo hermético tienen las manos de Celina. Pequeña y delicada estrella de mar. Legado de digitomancia, sus manos cuentan una historia, febril y desquiciada. Develarla es enfrentar ciertos misterios, sueños, enigmas y silencios.
Como todas las adolescentes, Celina guarda en su caja de zapatos viejas fotografías de sus manos y sus pies. Y yo... y yo husmeo, y vivo en esas huidizas miradas.

Jugábamos a enfrentar las palmas, las mías toscas, desproporcionadas, laceradas por años de trabajo. Las de ella, ubicuas, apenas llegaban a tocarme, se extendían suavemente, como quién mide una distancia. Luego los dedos se entrelazaban. Indice, mayor, anular y meñique. Y el pulgar que abrazaba. Y se apretaban firme y crecientemente, hasta fundirse, y se sostenían hasta que el dolor era tal que no importaba esa lágrima porque la mano estaba allí.

2. Índice de fuego, que hace y deshace, que da vida a lo que toca y destruye con la indiferencia que condena al ostracismo. Si todo el poder del creador se concentra en ese dedo que señala colándose entre las nubes es porque quizás Dios no haya tenido voz ¿cómo podría ser ella?
Entonces en el principio no fue el verbo sino el dedo. Un índice primigenio que dijo “allí quiero mi mundo”.
El índice de Celina tiene esa potencia de un Dios creador. Me dio la vida cuando me señalo diciendo “allí quiero mi mundo”.
3. Todos mis dolores conducen a través de un gran pliegue a su dedo mayor, como el hilo de agua conduce al manantial que cura las heridas del viajero. Sabiduría inefable, su dedo mayor sostiene una nube y la disipa con un giro en el aire. Imposición de manos, que es en ella un leve planeo por mi piel, una electricidad fría y paliativa, una caricia imperceptible.
4. Su dedo anular es telúrico, y por ello me ignora fragantemente. Allí se anudan sus linajes, sus memorias y su místico pasado. Yo aparezco como un eslabón más en una cadena arcaica que se sumerge en las profundidades de su insondable corazón.
5. Finalmente, el meñique tiene la simpleza y la seducción de lo inútil. De aquello que por etéreo es irreconocible pero vital e insustituible. El meñique es su sonrisa, sus comisuras cuando está seria.
6. Conocer a Celina es tener la gracia de ser nombrado por su índice, aceptado en su anular, necesitado de su caricia y con la capacidad de percibir aquello que por etéreo nadie percibe: la belleza de sus manos

2 comentarios:

Anónimo dijo...

guau!!!!!!!!

Anónimo dijo...

no se que decir!!!!!