PUNTOS DE FUGA
Repertorios. Ya sabemos, a esta altura de los juicios por delitos de lesa
humanidad cometidos por el Terrorismo de Estado entre 1976 y 1983, que el dar
testimonio es para la víctima un momento de gran ansiedad. Se pone en juego
allí una lucha de más de 30 años, o un silencio igualmente largo, o la
posibilidad de cumplir ese mandato social de “hablar por los que no
pueden”. Brindar un testimonio es andar hacia atrás toda esa historia, y no
sólo recordar un momento, y por ello mismo puede ser tanto un momento reparador
como una instancia de revictimización.
Para controlar esa angustia los testigos recurren a algo que podríamos llamar “repertorios sociales”: esquemas del relato que estructuran un discurso que, en principio, carece de representación. El recuerdo de un hecho traumático es siempre un recuerdo estallado. Son nombres, olores, imágenes, referencias espaciales, horas y fechas que no tienen conexión entre sí y que tienen además como telón de fondo un dolor que no puede ser nombrado. Estos repertorios permiten dominar el caos, pre formarlo a la representación y habilitar una palabra posible.
Para controlar esa angustia los testigos recurren a algo que podríamos llamar “repertorios sociales”: esquemas del relato que estructuran un discurso que, en principio, carece de representación. El recuerdo de un hecho traumático es siempre un recuerdo estallado. Son nombres, olores, imágenes, referencias espaciales, horas y fechas que no tienen conexión entre sí y que tienen además como telón de fondo un dolor que no puede ser nombrado. Estos repertorios permiten dominar el caos, pre formarlo a la representación y habilitar una palabra posible.
Y esa palabra al andar, al
entrar en diálogo con esos otros actores que conducen el guión de la escena
judicial, va plagándose de puntos de fuga: efectos no esperados del recuerdo,
lo anecdótico de la historia, el vació que produce la imposibilidad de
comprender el telón de fondo del relato y que se hila en un continuum de
fallidos de jueces y abogados. Es la singularidad de la experiencia
concentracionaria.
Nieves. Este
lunes, en la 16va. audiencia del Juicio que investiga las violaciones a
los Derechos Humanos cometidas en centros clandestinos del
denominado Circuito Camps, se volvió a escenificar este drama
delTerrorismo de Estado una vez más. El juicio está avanzando con las
declaraciones que conciernen a los hechos ocurridos en el “enfrentamiento”
(“perdón, ataque” se corrigen los abogados una y otra vez) en la casa de la
calle 30, donde fueron asesinados Diana Teruggi, Daniel Mendiburu Eliçabe, Roberto
César Porfidio, Juan Carlos Peiris y Alberto Oscar Bossio, y fue secuestrada –como
está siendo demostrado en este juicio- Clara Anahí Mariani – Teruggi.
Declaró así Nieves Luján
Acosta, compañero en la
Unidad Básica de Diana y Daniel Mariani, quien estuvo reunido
con Daniel unos 10 días después del ataque y que le confirmó que a él le
constaba que Clara Anahí había sido sacada con vida de la casa. Nieves fue
secuestrado un año después y llevado a la Brigada de Investigaciones donde compartió
cautiverio con Aued y Cañas. Señaló que si bien estaban tabicados pudo hablar
con ellos, que le confirmaron que se encontraban en ese Centro Clandestino.
“Y ¿de qué más hablaba con ellos?”, preguntó un abogado, “de fútbol y
cosas así” respondió Nieves.
De la Brigada fue
trasladado el 14 de agosto al Pozo de Banfield, lugar donde permaneció un
mes, hasta que el 13 de septiembre es liberado desde la Comisaría 3° de Valentín
Alsina. “¿En qué lo llevaron a la comisaría?”, preguntó una bizarra
abogada defensora que ya había protagonizado una entrada retrasada digna de
Gasalla. “Me imagino que en una camioneta”, contestó el testigo”. “Ah, se
imagina” enfatizó la abogada como descubriendo una veta de ficción en el
relato. “Claro, me imagino porque estaba tabicado, ¿no?”.
Luego siguió la declaración de
la hermana de Oscar Bossio, quienes eran vecinos del barrio y compañero de
militancia del matrimonio. El 18 de noviembre su padre le pide que no se
acerque a la casa porque la misma estaba quemada y que había que sacar a dos criaturas
de allí. El presidente del Tribunal le pregunta por la fecha nuevamente, a lo
que ella cree que era el 18 y que no recuerda si ya había caído el ingeniero
que había construido la imprenta. Ante cierto aire de perplejidad, la testigo
aclaró “Quemada quiere decir que ya estaba marcada”.
Verdad. El
testimonio sólo va siendo posible en el marco de un repertorio social
aprehendido subterráneamente. Pero en el encuentro con la palabra del otro se
producen dislates y malentendidos, puntos de fuga que son las marcas de los
sujetos singulares que se inscriben en esos moldes. Las preguntas de los
abogados producen esos puntos de fuga al tiempo que permiten al sujeto
apropiarse del discurso social. “Me entiende lo que le digo, doctor”. Esos
puntos de fuga dan cuenta de una verdad que está más allá de la prueba material
reconstruida.
Fotografía gentileza
de Matías Adhemar
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