13 de abril de 2012

DERECHOS HUMANOS - CONNIVENCIAS

CONNIVENCIA


Juicio y castigo. A casi un mes de del veredicto que culminó con el Juicio Oral por el secuestro, desaparición, aplicación de tormentos y asesinato del abogado laboralista olavarriense Carlos Alberto Moreno, cuyas audiencias se desarrollaron en la ciudad de Tandil en los meses de febrero y marzo de este año; veredicto que condenó a prisión perpetua, pedido de degradación y quite de beneficios previsionales de los ex miembros de Ejercito Argentino Italo Roque Papalardo, Julio Tomassi y Jose Luis Ojeda, y las prisiones a 15 y 11 años de prisión para los “vecinos” de Tandil, Emilio y Manuel Méndez respectivamente. A un mes de la sentencia queremos  compartir algunas reflexiones. No vamos a relatar aquí los acontecimientos, que muy bien pueden conocerse en varias de las notas que en el diario El Popular escribió Claudia Rafael, Juicio y Castigo en Tandil y Memoria, Verdad, Justicia y Alegría. Ah, y de paso les dejo la invitación para HOY. 


Connivencia. En 1977, habiendo devastado con ciudades como La Plata y Capital la represión, desplegada por las Fuerzas Armadas en el marco del genocidio, llegaba a los pueblos de la provincia de Buenos Aires. El 29 de marzo de 1977 es secuestrado Carlos Alberto Moreno en la ciudad de Olavarría, donde se había instalado con su familia luego de estudiar en La Plata. Allí (aquí) había militado en la JUP, y había formado parte de la FURN.
Esa noche Moreno volvía de la escuela donde trabajaba Susana, su esposa, y es detenido en las inmediaciones de su casa. Ni bien enterada del secuestro de su marido, Susana corre a casa de su “vecino” el Tte. Coronel Ignacio Verdura, Jefe del Regimiento 2 de Tiradores Blindados de Olavarría y responsable de Área 124 de la zonificación militar en que la Dictadura Militar organizó la represión en el territorio del Primer Cuerpo de Ejercito. Verdura no era un perejil, esté imputado de más de 40 casos de secuestro y desaparición en el área, pero Susana corrió igualmente a la casa, pasó la guardia de custodia y lo enfrento a Verdura preguntándole por el esposo. Puedo ver la soberbia de ese Coronel en pijamas en un gesto altanero diciendo “quédese tranquila señora, se lo llevaron de Tandil par hacerle unas preguntas”.
Dos días después Moreno aparece en las afueras de Tandil a medio vestir, magullado, desaliñado, en una secuencia que, creo yo, lo pinta de cuerpo entero: huyendo del Centro Clandestino de Detención donde había sido secuestrado por unos, como le expresó él mismo a la familia que lo asistió mientras lo perseguían, unos “atorrantes”.
Esa quinta era propiedad de dos hermanos, miembros de las “fuerzas vivas” de un pueblo que en ese entonces tendría ¿Cuántos? ¿Cien mil habitantes? ¿Menos? Dueños de un banco, de una usina, de varios campos y un centro clandestino. Petronila, casera del Club de Rugby Los Cardos, lindero con la quinta de los Méndez, declaro haber visto varias veces el lugar con custodia militar, haber atendido pedidos por agua y comida de los mismos, y hasta haber visto tiros y una pareja asesinada.
Siempre me llamó la atención la naturalidad con que en estos relatos buenos y malos se mezclan en un amplio abanico de grises. Algunos muy oscuros, como los Méndez, otras más claros, como el de Petronila. ¿Cómo es convivir con ese horror velado? ¿Qué efectos, marcas, dejan en nuestras sociedades?

Conveniencias. Está en los medios, este juicio ha sido la punta de lanza para profundizar las complicidades civiles con la dictadura. Las conveniencias económicas y políticas. Moreno es secuestrado, más allá de por su militancia anterior, por su férrea tarea como abogado laboralista en causas de enfermedades del trabajo contra la empresa Loma Negra. Las grandes corporaciones, la runfla de políticos, las fuerzas vivas de la sociedad. Olavarría ha convivido con delincuentes.
Pero esto no salió en los diarios. Ojeda, hasta el momento de su detención, manejaba un taxi que paraba en la terminal de ómnibus. Los Méndez Vivian en un edificio donde María Rosa, una familiar y militante local, tenía su despacho. Tandil ha convivido con delincuentes. No podemos dimensionar, desde nuestras grandes e indiferentes ciudades estas convivencias. Esas rutina cotidiana de compartir con ellos un ascensor o un remis, de tener que ir a hacer el carnet de conductor a otro pueblo porque el que te torturó en el Centro Clandestino es el Director de Control Urbano, en esa tolerancia que construye la diaria resignación de la impunidad, de una impunidad palpable, cercana, se fue desangrando una herida nunca coagulada.
¿En que medida esta herida no nos anestesió del dolor? ¿No nos fue inmunizando del horror ajeno? Pues nada es comparable a lo que no tiene nombre. Si nada es peor, el resto es nada.

Convivencias. En una de las últimas audiencias declaró el ex Camarista Dr. Pagliere. Pagliere era Juez cuando secuestran a Moreno. El recepciona el habeas corpus del Colegio de Abogados de Olavarría, y presto, toma algunos testimonios, allana las comisarías 1° y 2° de Tandil, y la quinta de Méndez. No era un héroe, hizo lo que tenía que hacer. Tampoco era ingenuo, entendía en las consecuencias de sus decisiones. Por eso busca un paraguas que lo proteja en la Corte de Justicia de la Provincia. Paraguas fallado, rápidamente es apartado de la causa, que pasa al orden de la Justicia Militar y en un día queda archivada y la prueba recolectada es incinerada.

Alegría. Verdad y Justicia fueron las primeras consignas que levantaron los organismos de derechos humanos ya en los mismos años 70. Era un pedido por vencer el silencio, esa otra forma del silencio que son los relatos oficiales de la Historia. Un pedido por la igualdad, que en el fondo de eso habla la justicia aunque muchos crean que enmascara la venganza (la cola de paja que habla por ellos, dicen). Justicia, es la forma posible del imposible reparatorio. Pero es la forma ecuánime. La memoria fue un reclamo posterior, una bandera fruto de la impunidad y la indiferencia social que prohijamos en los 90.
Hoy los Moreno nos provocan. Alegría. Una consigna cargada con el desprejuicio y la audacia que solo los Hijos podían enarbolar. Alegría como demanda de la lucha. Alegría como canto de victoria. Aun cantamos. Vivimos. Alegría. Brindo por esa hermosa consigna que levantaron en Tandil Matías y Martín. Así, con rima. Alegría.



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