21 de mayo de 2011

DERECHOS HUMANOS - MARGARITA BELEN

MARGARITA
Crónicas de una sentencia

Emblemático.  Hay algunas ideas que se repiten, que repiquetean de aquí para allá. La idea de los crímenes emblemáticos insiste en ese Chaco que recuerda la Masacre de Margarita Belén. Lo de emblemático hace referencia a que “resume” como una metáfora el accionar del Terrorismo de Estado: enfrentamientos fraguados como dispositivo para deshacerse de los cuerpos de los asesinados en forma clandestina, la muerte en tortura, la coordinación de las fuerzas, la desaparición de los cuerpos, su enterramiento como NN, etc.


Y sobretodo, la complicidad, el pacto de silencio labrado en los 40 tiros que todos los involucrados descargaron sobre  las víctimas, para que todos estén involucrados, para evitar arrepentidos, para que la verdad nunca se conozca.

El hecho alude a lo acontecido la madrugada del 13 de diciembre de 1976 en un operativo conjunto del Ejército y la policía del Chaco a unos 30 kilómetros de la Localidad de Margarita Belén, a un costado de la Ruta Nac. Nº 11, cerca del kilómetro 1042, presos políticos. El ejército fraguó un enfrentamiento aludiendo a un intento rescate de los militantes detenidos ilegalmente en momentos en que eran trasladados a la Unidad Penal 7. Veintidós jóvenes fueron asesinados, ninguna represor sufrió heridas. La mayoría de los cuerpos nunca fueron entregados a sus familiares.

Por testimonios de sobrevivientes se sabe que antes de ser fusilados pasaron por la U 7, la Alcaidía, y la Brigada de Investigaciones, donde fueron torturados y se cree que varios no llegaron al “traslado” en el que los asesinaron.

Fueron juzgados este lunes como responsables de la masacre los genocidas el ex Mayor del Ejército Athos Gustavo Renes jefe de la columna militar, el ex Teniente del Ejército Horacio Losito (sobre quien ya pesaba una condenada de 25 años por crímenes de lesa humanidad juzgados en la causa Regimiento de Infantería 9 de Corrientes), el ex Teniente del Ejército Aldo Martínez Segón, el ex Capitán del Ejército Jorge Daniel Carnero Sabol, el ex Teniente del Ejército Ricardo Reyes, el ex Subteniente de Ejército Germán Emilio Riquelme, el ex Teniente de Ejercito Ernesto Simoni, el ex Teniente del Ejército Luis Pateta (quien fue el que fusiló al “Flaco” Sala”) y el ex policía Alfredo Luís Chas. Excepto el policía Luis Chas, todos fueron condenados a reclusión perpetua.

Espera. El dato, en otro contexto, hubiese sido menor. Al terminar las últimas palabras el ex Comisario de Policía de la provincia Chas, la presidente del Tribunal Oral Federal de Resistencia dio por concluido el debate y llamó a un cuarto intermedio hasta las 17 horas, a fin de leer la sentencia. La sensación de desazón traducida en un “uhh”, fue generalizada.

Todos hemos pasado por esa situación: demora en un tren, suspensión de un examen, un médico que aprieta los turnos. La espera. Eran siete horas, pero esas siete horas no eran solo eso. Esas siete horas inevitablemente se sumaban a las tres horas de demora para ingresar a la sala, que se sumaba al día de viaje a Chaco, que recordaba al año y medio de debate para la sentencia, que remitía a las tres décadas y media para llegar al juicio. Las siete horas no eran solo siete horas, eran vidas enteras de lucha que nuevamente se alejaban un paso más de su Verdad.

Pero al mismo tiempo, esas siete horas eran esas únicas e irrepetibles siete horas, totalmente diferentes del resto. Porque esas siete horas eran “esas” siete, estaban allí, y estaban todos y todas allí: los Salas, los Tierno, los Zamudio, los Aranda, los Piérola, por nombrar algunos. Estaban allí, esas siete horas, allí en esas tres cuadras que llevaban del Bar el Ángelo, al Tribunal Oral Federal, a la Comisión de la Memoria. Ese espacio no era, entonces, ese espacio esas siete horas. En ese territorio se emplazaron otros espacios: el del reencuentro de los compañeros de toda la vida, el de los familiares que se fundían en abrazos o en miradas tímidas, el de la visita al ex CCD para acercarse al lugar donde la mayoría de los masacrados fueron detenidos y muchos de sus familiares los vieron por última vez, el espacio para contar, para comer un chori o una empanada, para conocer el tremendo trabajo de la Comisión y de Hijos y de familiares y sobreviventes, para leer banners y afiches y hacer circular las historias de quienes no estaban pero,  entonces, volvía a estar, allí, por tres cuadras, por 7 horas, por dos días, por un año y medio, por tres décadas. Por una vida, quizás.

Héroe. Compañeros, sé que nos sacan para matarnos. Es mentira que es un traslado. Y si lo es, es un traslado a la muerte. Pero quiero que sepan que moriré de pie, peleando como pueda, a los mordiscones si estoy atado. Todos los que hoy nos sacan de la cárcel, los que están aquí adentro y los que esperan afuera, son culpables ante la Historia, culpables de la miseria del pueblo y culpables de nuestras muertes. Sólo quiero pedirles que cuenten de esta matanza a mis hijos, cuando ellos tengan edad de entender qué pasó en la Argentina de estos años, y a mi compañera cuando puedan verla. También les digo, compañeros, que de nada vale este sacrificio nuestro si ustedes no siguen peleando por mantener viva la memoria popular; por eso, cuéntenle a nuestro pueblo por qué nos asesinan y por qué decidimos morir de pie. Chau compañeros, cuídense… Libres o muertos, jamás esclavos!”

Versiones de la Patria. Para quienes aun tenemos la memoria de la escuela normal, la patria es la bandera, la escarapela, el Kapeluz, el mapa físico político Gloria. En la historia de las ideologías, esa imaginería se continúa con el campo, la propiedad, las fuerzas vivas y de seguridad.

En el cierre de la sentencia, la patria fue un grito vano de las familias genocidas. “Viva la patria”. Como si la historia, la justicia, las luchas que desgarran familias y corazones por una verdad nunca accesible no fuese patria también. Y así lo entendió Ana, que con sus 40 años de militancia política, desgarrada en un llanto de triste alegría, les devolvió el grito. “Si, Viva la Patria”. Así lo entendieron los familiares, abogados y militantes que se abrazaron y entonando el himno nacional, ahogaron los gritos genocidas y dieron un paso más, no menor, no solo en la lucha por la verdad y la justicia, sino sobre todo un paso en la lucha por la resignificación de aquellos símbolos que nos fueron apropiados: la patria, la nación, la ley.

Verdes, azules y grises. ¿Qué es la inocencia? ¿Qué es ser responsable de nuestros actos a la vez que objetos de un medio? Sartre llamaba “mala fe” a la actitud filosófica de atribuir a nuestras condiciones la responsabilidad de una decisión, somos hacedores de nuestras circunstancias tanto como artífices de las mismas.

El único absuelto del fallo que el lunes a las 17 horas el Tribunal Oral federal de Resistencia hizo público fue un Comisario principal de la policía Alfredo Luis Chas, quien en 1976 era Jefe de Logística de la Unidad Especial de Tránsito. El 12 de diciembre, cuando la patota del Ejercito Argentino (si, la patria también) comandada por el Mayor del Ejercito Athos Rennes comienza a reunir a los detenidos de diferentes campos de concentración en la Alcaidía de Resistencia, Chas es convocado junto con el policía Carlos Caballero para escoltar el “convoy de la muerte” que llevaría a los secuestrados a la Unidad Penal 7 de la ciudad de Resistencia.

Igual que Salas, Chas imagino su destino. Morir en el fraguado enfrentamiento, “daño colateral”. Mientras el primero, junto con sus 22 compañeros, enfrentó valientemente el destino inevitable, el policía se escondió entre los yuyos y salvó su vida. ¿Cómo evaluar su responsabilidad en el hecho, su complicidad, su colaboración necesaria o secundaria ante esas circunstancias que lo constreñían?.

35 años después, un gesto pudo haber redimido esa actitud. Un pequeño acto podría haber transformado en valiente escape la cobardía. 35 años después Chas volvió a ocultarse entre los yuyos del silencio. Ese gesto niega su inocencia, lo vuelve cómplice de la peor calaña: porque él construye nuevamente las circunstancias de su cobardía.

Al tribunal no le alcanzó. Esperamos que al pueblo Chaqueño le sigan sobrando los Salas que enfrenten con valentía su destino.

La memoria. Patricio Blas TIERNO de 24 años era un estudiante de abogacía de La Plata que militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Néstor Carlos SALA, tenía 32 años y era de Quilmes, también estudiaba en La Plata, Arquitectura, y militaba en el Partido Auténtico. Carlos ZAMUDIO era de Resistencia, donde estudiaba Ciencias Económicas y militaba en la Juventud Peronista. Luis Ángel BARCO con 26 años era estudiante de la UTN y empleado de Ferrocarriles. Roberto H. YEDRO era Abogado de Corrientes y militaba en la  Juventud Peronista. Delicia GONZALEZ era maestra Rural y militaba en las Ligas Agraria, se cree que es la mujer NN de 41 Años. Luis DIAZ militaba en la Juventud Trabajadora Peronista, tenía 25 Años y era de Mercedes en Corrientes. Fernando G. PIEROLA,  era de Paraná y con 25 Años militaba en la Juventud Peronista y estudiaba Arquitectura en la UNNE. Raúl María CAIRE era empleado bancario, tenía 27 años y vivía en Concordia, militaba en la Juventud Peronista. Julio PEREYRA era maestro de la Juventud Peronista y estudiante de Ingeniería en Formosa. Carlos Alberto DUARTE también estudiaba Ciencias Económicas y era de Misiones, de Puerto Esperanza, militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Carlos TERESZECUK era Secretario Diputado Partido Autentico de Posadas, tenía 23 Años, había sido seminarista y estudiante de Trabajo Social. Manuel PARODI OCAMPO de 26 Años también había sido seminarista  y militante de la Juventud Peronista en Misiones. Luis Arturo FRANSEN de 22 años era militante de la Juventud Peronista y empleado de Correo. Ema Beatriz CABRAL era Terapista Ocupacional y militaba en la Juventud Peronista, tenía 28 Años. Soñéz Reinaldo ZAPATA Profesor de física, química y matemáticas de  Santa Fe, donde militada en la Juventud Peronista. Mario CUEVAS también de Santa Fe, de Reconquista,  donde era técnico mecánico, tenía 25 Años y militaba en la  Juventud Peronista.


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