CIUDAD DE POBRES CORAZONES
1.-
Encerradas entre el cordón de la vereda y la línea municipal, un ejército de
baldosas uniforman la ciudad. Con su marcha ordenada y disciplinada, con su
geométrica simetría y sus motivos de ordenanza municipal, las baldosas de la
vereda son el uniforme de la urbe. Sus 30 centímetros
multiplicados al infinito son el talle que encorseta el espacio público.
La
disposición de las baldosas da sentido al planeamiento urbano. Ellas mismas son
pequeños mapas de la ciudad sin diagonales. Mimesis del plano urbano, condensan
en su diseño el sueño de orden geométrico y continuidad de la ciudad. Una tras
otra forman el cinturón de la manzana, cuadra tras cuadras prolongan la
identidad de la urbe.
2.- las
baldosas son la tapa que la modernidad le puso a la naturaleza. Ultimo gesto de
la cultura después del empedrado y los jardines diseñados. Por eso la vereda es
previa al asfalto, pues somos primero paseantes urbanos. Hoy el privilegio lo
tiene la calzada, es ella quien dicta, ganando cada vez más metros, la imagen
de la ciudad.
La baldosa
se dispone ante nosotros como la alfombra de la ciudad moderna, pues ella
demuestra que la misma está hecha para andar. Su linealidad va marcando así un
camino, su prosecución una dirección, su diseño una continuidad. Melvin Udall,
el personaje que interpreta Jack
Nicholson en “Mejor... Imposible”, que quiere caminar sin pisar las líneas de
la vereda, expresa en su locura compulsiva la pura racionalidad del urbanita:
su destino es andar.
3.-
Producto de la desidia municipal, la indiferencia del frentista, la falta de
rudimentos de los albañiles, la fuerza de la naturaleza que lucha por salir o,
simplemente, la ansiedad del peatón por seguir avanzando, cada tanto una
baldosa se afloja. O quizás sea un gesto de resistencia que la lleva a salirse
de la fila, a querer ser otra cosa que ese uniforme de la ciudad.
Así, las
baldosas se vuelven pelotas de futbol improvisadas en los pies de hábiles
escolares, o arma defensiva en las manos de masas enfurecidas, o herramientas
de trabajo de cuidacoches, o pesados posapavas para vecinos chusmas. La ciudad
también sueña, a través de sus baldosas, todo lo que quiere ser y no puede.
Cuando
tropezamos con alguna baldosa floja, entonces, la ciudad nos está recordando
sus sueños, que ella no es solo un cinta para que atravesemos, sino también un
lugar para jugar, rebelarse, encontrarse. No es el dedo gordo, solamente, el
que sale abollado cuando damos un tropezón.
2 comentarios:
Matías:
Todos sus comentarios apuntan a una sociedad organizada. Son constructivos, respetuosos, cálidos, paradójicamente fuertes.
Recién ayer los descubrí y es un placer leerlos.
Gracias
Cruz
Gracias Cruz...
"Paradojicamente fuertes"... está buena la descripcion; me gusta si es "calido"...
Ojalá te sigan gustando los que vendrán...
Saludos
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