6 de diciembre de 2011

EMEME BALDOSA

CIUDAD DE POBRES CORAZONES
1.- Encerradas entre el cordón de la vereda y la línea municipal, un ejército de baldosas uniforman la ciudad. Con su marcha ordenada y disciplinada, con su geométrica simetría y sus motivos de ordenanza municipal, las baldosas de la vereda son el uniforme de la urbe. Sus 30 centímetros multiplicados al infinito son el talle que encorseta el espacio público.

La disposición de las baldosas da sentido al planeamiento urbano. Ellas mismas son pequeños mapas de la ciudad sin diagonales. Mimesis del plano urbano, condensan en su diseño el sueño de orden geométrico y continuidad de la ciudad. Una tras otra forman el cinturón de la manzana, cuadra tras cuadras prolongan la identidad de la urbe. 



2.- las baldosas son la tapa que la modernidad le puso a la naturaleza. Ultimo gesto de la cultura después del empedrado y los jardines diseñados. Por eso la vereda es previa al asfalto, pues somos primero paseantes urbanos. Hoy el privilegio lo tiene la calzada, es ella quien dicta, ganando cada vez más metros, la imagen de la ciudad.

La baldosa se dispone ante nosotros como la alfombra de la ciudad moderna, pues ella demuestra que la misma está hecha para andar. Su linealidad va marcando así un camino, su prosecución una dirección, su diseño una continuidad. Melvin Udall, el personaje que interpreta  Jack Nicholson en “Mejor... Imposible”, que quiere caminar sin pisar las líneas de la vereda, expresa en su locura compulsiva la pura racionalidad del urbanita: su destino es andar.

3.- Producto de la desidia municipal, la indiferencia del frentista, la falta de rudimentos de los albañiles, la fuerza de la naturaleza que lucha por salir o, simplemente, la ansiedad del peatón por seguir avanzando, cada tanto una baldosa se afloja. O quizás sea un gesto de resistencia que la lleva a salirse de la fila, a querer ser otra cosa que ese uniforme de la ciudad.

Así, las baldosas se vuelven pelotas de futbol improvisadas en los pies de hábiles escolares, o arma defensiva en las manos de masas enfurecidas, o herramientas de trabajo de cuidacoches, o pesados posapavas para vecinos chusmas. La ciudad también sueña, a través de sus baldosas, todo lo que quiere ser y no puede.

Cuando tropezamos con alguna baldosa floja, entonces, la ciudad nos está recordando sus sueños, que ella no es solo un cinta para que atravesemos, sino también un lugar para jugar, rebelarse, encontrarse. No es el dedo gordo, solamente, el que sale abollado cuando damos un tropezón.



2 comentarios:

Cruz del Carmen dijo...

Matías:
Todos sus comentarios apuntan a una sociedad organizada. Son constructivos, respetuosos, cálidos, paradójicamente fuertes.
Recién ayer los descubrí y es un placer leerlos.
Gracias
Cruz

Matias dijo...

Gracias Cruz...
"Paradojicamente fuertes"... está buena la descripcion; me gusta si es "calido"...
Ojalá te sigan gustando los que vendrán...

Saludos