CIUDAD DE POBRES CORAZONES
I. Nunca fui amante de los parques de diversiones.
Algo de la adrenalina y el muñeco siniestro del Italpark me produce rechazo.
Felicidad enlatada, alegría de nylon. Los parques de diversiones representan el
concepto que la modernidad tiene de la diversión. Porque si la aventura es esa
apertura de un tiempo fuera de este tiempo, un tiempo donde los lugares son
otros (un tiempo carnavalesco, diría Bajtin), entonces el parque actualiza ese
tiempo dentro de este tiempo: rápido, en un ambiente controlado. Y garpo.
Aventura fasto food. Un ticket que promete una esperanza fugaz, una frustración
preanunciada (“ahh… ¿ya se acabó?”).
UNO QUE DEFIENDE EL PARQUE DEL PAÍS DE LXS NIÑXS.
De ahí también, la lectura que hace Tinelli, el
Sarrazani catódico, y su intención de invertir en un parque de diversiones.
Porque Marcelo siempre explotó esa veta entre carnavalesca y cabaretera para
toda la familia, del caño de Boby Goma al de Adabel Guerrero, de Showmatch al
Bailando. Tinelli se instala en la complicidad machista que se va al
piringundín con el guiño de “la vieja”.
II. La moda avanza mirando para atrás. El retro es la
esencia de la urbe porque la modernidad es una nota al pie de la tradición. El
pensamiento vanguardista es un pensamiento vintage, un texto hecho de bricolaje
(Levi Strauss) y citas múltiples. Say no more, punk is dead. De los ´60 en
adelante la cultura moderna no tiene nada nuevo para decir. O mejor, no tiene
materiales nuevos, solo puede combinar polvos pasados (de aquellos polvos
futuros lodos). Esto ya lo pensaba Marx, con aquello de la historia se repite
dos veces y que las nuevas revoluciones se visten con los ropajes de las
viejas.
III. Pero el parque de diversiones no es solo ese
luminoso parque temático tinelezco. Despojado de la obscenidad del LED (el neón
posmoderno) y la multitud, el parque se puebla de personajes que exhiben a la luz del día una candidez y
la ternura que provocan la empatía del espejo (ellxs somos nosotrxs), la
inocencia del/de la niñx (habilitan la sorpresa y la risa), el encuentro entre
lxs co protagonistas.
Cuando la moda pasa, y esas maquinas se vuelven
vejestorios inermes frente a lo virtual y la diversión HD, cuando esos mecanos
gigantes se vuelven inútiles, un aura brilla. De ahí la cercanía entre el
parque y la kermesse, el circo y la varieté. Es la diversión reconstruida en
los márgenes, con lxs marginales, lxs freaks, deformes, rarxs. Los restos del
sistema, expuestos para si mismos. Algo de la inocencia arcaica se moviliza en
esos artefactos vetustos que son los parques kitsch tipo Wonderland.
Sacudir, zarandear, centrifugar el cuerpo. Una
experiencia sensible de la maquina capitalista liberada de su fin esencial. Una
maquina que produce nada. Sentirse por unos instantes el Chaplin de Tiempos
Modernos, apretujado entre engranajes que no lastiman
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