SENTENCIA EN CIRCUITO CAMPS
I.-
Llegué a la audiencia tres horas antes de la convocatoria. No quería chapear
con el laburo y uno de los “muchachos del tribunal” me había inscripto en la
lista, así que solo me quedaba la acreditación. Ese anticipo permitió que
sorteara sin problemas los primeros controles, además, el contacto hizo que
llegara rápidamente a la sala de acreditaciones. Pero ese fue mi tope. Porque
“este muchacho del tribunal” se obnubiló por la vorágine de abogados,
funcionarios de turno, y algunas víctimas y familiares que entraban y salían
firmando escritos, pugnando por una tardía acreditación o resolviendo
cuestiones organizativas. Ante la repentina orfandad en que me dejó, pero sin
querer resignar las instancias sorteadas, puse mi mejor cara de “observador de
campo” (o sea de “florero”) y me paré en un rincón apelando a la indiferencia
de los empleados del TOF y a la impericia de las fuerzas del orden que
custodiaban el recinto.
Fue en ese rol de “florero” que noté a Tita.
Empequeñecida por los años, con el pelo corto y blanquísimo, y las manos llenas
de bolsas cual “mamá Cora”, iba y venía por esa sala de espera como “bola sin
manija”. Camuflada en la apatía del vértigo previo a la sentencia, apoyada en
su bastón, me miró desde el rincón opuesto de la sala. Complicidad de floreros,
pensé, y me acerque a preguntarle si necesitaba algo. “¿Está bien?”, le dije.
“Un poco mareada, me parece que me bajó la presión” respondió en una voz casi
extinta. Interrumpí a un policía para conseguir una silla, y nos sentamos a
esperar que dieran sala para escuchar la lectura del fallo.
II.- El fallo leído el miércoles por el
Tribunal Oral Federal 1 de La Plata marca un techo en lo que hace a las condenas
por delitos de lesa humanidad cometidos en parte del llamado Circuito Camps
(Comisaría 5°, Destacamento de Arana, Brigada de Investigaciones de La Plata,
“Puesto Vasco”, COT I Martínez y Brigada de San Justo ). 16 prisiones
perpetuas[1] y 2 condenas[2] a 25 años para 23 procesados[3], entre ellos dos
civiles (no cualquiera: Jaime Smart y el ex gobernador Ibérico Saint Jean, que
murió durante el juicio), revocando todas las prisiones domiciliarias y
remitiendo a todos los reos a cárceles comunes, en el marco de las garantías
legales que les corren. Mas no sé podía pedir. Bueno, si, “aparición con vida”.
Pero en el marco de esta triste y trágica historia argentina el fallo es
reparatorio y raya con el techo.
El fallo leído ayer por el Tribunal Oral Federal
1 de La Plata marca un techo, pero también eleva el piso. No por las condenas,
sino porque en sus dos primeras resoluciones considera a todos los procesados
“autores directos” como funcionarios públicos que integraron el aparato
organizado del poder represivo y porque define los delitos como genocidio. Ya
no “en el marco de” sino en si mismo considera el genocidio como delito
especifico.
Pero el romper con las ideas de autorías
mediatas o participaciones secundarias, figuras del código y la doctrina penal
que aliviaban en muchos casos las responsabilidades y que consideraban
igualmente responsable pero con una participación diferente al que ordena que
al que ejecuta que al que permite; romper con estas figuras y considerarlos
autores directos “con independencia del tipo de intervención que tuvieron” no
es solo un marco para las condenas sino que implica un salto paradigmático que
eleva el piso desde el cual la Justicia deberá seguir juzgando estos delitos.
III.- Entonces, cuestión que conseguí una silla
y nos acomodamos junto con Tita en un rincón de la sala de acreditaciones,
donde, abstraídos del caótico proceso que se sucedía a nuestro alrededor
estuvimos conversando por cuarenta y cinco minutos. Conversando es un decir, en
realidad era ella la que hablaba y me contaba de su hijo, Juan José, de su
secuestro en febrero de 1977 (esto no me lo dijo, sino que lo busqué yo
después) detenido ilegalmente en ESMA (esto si me lo dijo ella, pues era un
dato que no aparecía en los listados), arrojado al Rio de la Plata en uno de
los vuelos de la muerte. Me contó de lo que tuvo que caminar luego de eso, de
la separación con su esposo que “estaba a favor de los milicos”, sus visitas “a
la calle corrientes”, al Ministerio del Interior, a la Secretaria de Derechos
Humanos, al Arzobispado. “Yo no entendía que significaba desaparecido, que era
eso de desaparecido”, “ve señora, decían, esa mujer tiene un hijo desaparecido,
y esa otra dos hijas”. Me contó que desde ese momento todo cambió, que ella
enfermó, pero siguió sola luchando, me contó de las charlas con Maco del Equipo
Argentino de Antropología Forense en Mar del Plata, de los confusos llamados de
Pablo de Abuelas, de sus discusiones con Garré cuando en la lista de los PCI
publicada aparecían dos cuñados, de cuanto lo quería a Eduardo Luis y a Néstor,
de la creación de Madres y su amistad con Edna, “cuatro madres en una semana se
nos fueron”, e hizo un silencio, su primera pausa, para arrancar de vuelta.
Y así seguía, con sus 81 años, mientras a mí
se cruzaba una mezcla de ternura, angustia, admiración, impaciencia. Si,
impaciencia porque estaban empezando a acreditar. Así que la agarre del brazo a
Tita y nos encaminamos a la puerta de la sala, con la seguridad que solo la
historia puede contagiar.
IV.-
A lo largo de la sentencia, el presidente del Tribunal Oral Federal 1, Dr.
Carlos Rosansky, fue repasando todos los delitos cometidos por los 23
imputados, hoy condenados. Los secuestros, tormentos, homicidios calificados,
apropiaciones ilegales, falsedades de documento público, concursos reales e
ideales, al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, a la lucha de
Abuelas, rescatando el testimonio de sobrevivientes como Jorge Julio López y
Adriana Calvo, entre otros, a fin de ampliar las investigaciones a otros 32
homicidios y la responsabilidad del entonces fiscal de estado bonaerense
Alberto Rodríguez Varela, que luego fue ministro de Justicia, las denuncias
sobre responsabilidades de la Iglesia (el Vicariato Castrense y el Seminario
Mayor San José de La Plata), judiciales, empresariales (la ampliación de la
causa por Papel Prensa), el reconocimiento de los crímenes sexuales como
delitos de lesa humanidad, el ataque a la casa de la calle 30 “Teruggi-Mariani”
de la ciudad de La Plata, la apropiación de Clara Anahí, “La noche de los
lápices”, el secuestro del “grupo Graiver” y los secuestros de Jacobo Timerman
y Jorge Julio López…
Y
cuando pensaba en estos puntos, volví sobre a pensar en “Tita”, y en cómo cada
una de las figuras de la retórica penal tenían su correlato, como un pequeño
espejo, en las historias que ella me había contado unas horas antes; y en cómo,
ese código especifico de la justicia hacía cauce a la historia de Tita, y de
tantas otras historias, que ya podían en esas palabras apoyarse y dejarse
llevar.
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[1] Jaime Lamont Smart, Rodolfo Aníbal Campos,
Miguel Osvaldo Etchecolatz, Horacio Elizardo Luján, Norberto Cozzani, Carlos
García, Luis Vicente Patrault, Bernabé Jesús Corrales, Fernando Svedas, Miguel
Kearney, Raúl Orlando Machuca, Julio César Argüello, Víctor Sita, Domingo
Almeida y Roberto Omar Grillo
[2]
Eros Amílcar Tarela y Jorge Antonio Bergés
[3]
18 años para Roberto Antonio Cabrera, 15 años para Sergio Arturo
Verduri, 14 años para Daniel Jorge Lencinas, 11 años para Pedro Antonio
Ferriole y 2 años de cumplimiento efectivo para Santiago Antonini
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