9 de septiembre de 2013

DERECHOS HUMANOS BALDOSAS


BALDOSAS BLANCAS


Tropezon. Así los llamó el artista alemán que inundó con ellos la ciudad de Berlín. Tropezones de la Memoria. Son unos pequeños adoquines de bronce de 10 x 10 cm. Cada uno tiene labrado el nombre y la fecha de detención por el régimen nacionalsocialista de lxs ciudadanxs alemanxs. Ubicados en la puerta de los domicilios de donde fueron sacados, los tropezones demarcan la ciudad y recuerdan a sus habitantes. Señalan el presente mirando el pasado. Con una elevación de uno o dos centímetros, los tropezones son, además, objetos incómodos que buscan interrumpir el absorto e indiferente andar del urbanita, transformándose en un modo violento e irruptivo de convocar a la memoria. El traspié provoca ese gesto de volver hacia atrás para ver que pasó, y nuevamente hacia delante, para cambiar nuestro andar o seguir con cara de sota, como si nada hubiese pasado. Señalan el presente mirando para atrás, para modificar el futuro.


Para obstruir violentamente nuestro andar ya tenemos, lxs platenses, a funcionarixs municipales y frentistas, que por su manera de “preservar el patrimonio” hacen pasar a la memoria como una anécdota. Por ello, Pablo Ungaro y Florencia Thompson, en el marco del trabajo de la Subsecretaría Municipal de Derechos Humanos, pensaron estas Baldosas Blancas que, siguiendo el diseño de la línea municipal, tiñen de blanco la vereda  y expresan sintéticas ideas producidas en conjunto entre los familiares y los artistas.

El proyecto ya señalizó aproximadamente 17 lugares donde fueron detenidxs, desaparecidxs o asesinadxs personas durante la Dictadura Cívico Militar. La baldosa le hace un espacio, así, al acontecimiento más dramático, el  que transformó para siempre la vida de las familias y de toda la sociedad. Es un espacio detenido en el tiempo que condensa el pasado y el futuro.

Proceso. Charlando con Gonzalo, un “viejo vizcacha”, me decía que tendríamos que recuperar el nombre del “Proceso de Reorganización Nacional”. En general, hemos descartado estos nombres con los que los propios genocidas daban a entender que la represión y el Terrorismo de Estado era medios de poner en orden la nación –sustrayendo el adjetivo posesivo de “su”. Su orden, el que venían a reorganizar. En su lugar, hablamos de Golpe de Estado, Dictadura y Estado Terrorista. Pero, apuntaba Gonzalo, estos nombres también ocultan, como todos los nombres, otras dimensiones.

En este sentido, rescatar la idea del Proceso de Reorganización no solo condensa el gesto de apropiarse de las palabras del enemigo (algo que la derecha hace muy bien y que a nosotrxs siempre nos ha faltado), sino que además es reintegrar a la Dictadura la idea del tiempo. Recuperar el cinismo literal de una clase social que se pensó como “proceso” temporal y “reorganizador”. La noción de proceso permite recuperar, frente al acontecimiento del golpe, los devenires previos y posteriores, las permanencias y duraciones, las capas geológicas que instaló la represión estatal. Esas capas, que no arrancan en 1976 ni terminan en 1983, están hechas de múltiples voces, una polifonía que desborda los nombres y apellidos con los que muchas veces la lucha por la memoria, la verdad y la justicia quedó cristalizada. Discutir el “golpe” con el “proceso”, discutir “la voluntad” con las estructuras sociales.

Memoria. El jueves pasado fue colocada la Baldosa Blanca que señaliza el domicilio de la calle 12 entre 68 y 69 donde, el 16 de octubre de 1976, fueron detenidos ilegalmente Jorge Ogando y Stella Maris Montesano de Ogando, y donde fue privada de la libertad y abandonada la hija de ambos, Virginia, de tres años de edad. Pasaron por La Cacha y el Pozo de Banfield. Por el testimonio de Alicia Carminatti podemos saber que en este último Centro Clandestino, Stella Maris, que al momento de su secuestro llevaba ocho meses de embarazo, alrededor del 5 de diciembre de 1976 fue retirada de su celda durante 10 días, a fin de dar a luz.

En el Pozo de Banfield funcionó una maternidad clandestina. “Maternidad” suena a eufemismo: a lo que hace referencia es a una pequeña cocina, azulejada, ubicada en el primer piso, entre la armería y la sala de comando. Allí, bajo la coordinación del medico Berges, permanecieron detenidas 17 jóvenes, y nacieron al menos 10 niñxs en condiciones de detención ilegal. Entre ellxs, chicxs apropiados dentro del Plan Cóndor de coordinación de la represión. Algunxs niñxs estuvieron privados de la libertad con sus madres. La mayoría no, la mayoría fueron apropiados por los genocidas. Algunxs de ellxs fueron identificadxs. Muchxs continúan siendo detenidxs desaparecidxs. Martín Ogando es uno de ellos.

El Pozo de Banfield funcionó como un verdadero depósito de detenidxs. Allí pasaron largos periodos de tiempo a la espera del destino final, que en general significaba la aparición de sus cuerpos bajo fraguados enfrentamientos callejeros. No obstante, Jorge y Stella fueron, según surge de una nota anónima dirigida a la CONADEP y escrita por un genocida arrepentido, asesinados en la estancia “La Armonía”, en la localidad de Arana, donde hoy funciona el Regimiento 7. La conexión entre los centros clandestinos de detención de La Cacha (en Olmos), Pozo de Banfield y la estancia la Armonía es un índice de la compleja trama de responsabilidades y articulaciones entre la Policía de la Provincia, el Ejército, y otras fuerzas de armadas y de seguridad.

Baldosas. Pero todo lo anterior es el acontecimiento. El tropezón. No es de esto de lo que habla la baldosa blanca. Ella se dispara en múltiples enigmas, sueños, silencios, que escapan a la condensación de la cuadricula cementicia. Las baldosas tratan de no ser, como los adoquines, meros sucesos. En ellas coagula el pasado y el futuro, el tejido de lo cotidiano y las estructuras de la historia.

Pasado en bicicleta. Sólo eso. Jorge no hacía otra cosa que andar en bicicleta, dice Delia. Y ahí esta. Una bicicleta muda, como un enigma remoto en el que intuir lo cotidiano, la vida urbana, barata, feliz. Delia explica lo inexplicable recordando que en esos tiempos Jorge y Stella compartían su departamento con XXX, estudiante de medicina secuestrado unos días antes.

También un silencio, una bicicleta es una particular forma de recorrer la ciudad, de transportar sueños. Ideas y prácticas. Eso eran también Jorge y Stella. Militantes del PRT-ERP, abogados, trabajadores del Banco Provincia. Stella patrocinaba sindicatos locales como el de ladrilleros. En su trabajo de reconstrucción, Virginia creyó ver en este ejercicio de la profesión la persecución militar, el secuestro y la desaparición.

Y finalmente futuro: “te estoy esperando”, grita Delia a traves de la baldosa. Un sueño. Las baldosas se abren a la esperanza, al tiempo por venir. Quizás porque así es, hoy, Delia, y así era Virginia. Pura potencia. Pura energía arrasante. Pasado y futuro ardiendo en presente.

Y todo el tiempo anclando en el peso del presente: Virginia. Finalmente, el peso de ese nombre. Ese recuerdo de ojos de fuego, de cabellos incendiados. Sonrisa vibrante enmarcando sus ojos tristes. Y es en ese sentido momento donde las estructuras deben estallar, para no convertir las decisiones en destino, para correr a la tragedia de la la épica militante.

“Hemos colocado alrededor de 17, y todavía nos quedan muchas”, expreso Marta Vedio en el acto conmemorativo. Y ese todavía es el que late bajo el Nunca más. Mientras el Nunca Más sea un cierre necesario, necesita del todavía para pulsar. Mientras “todavía” falte, seguirá latiendo la memoria. El todavía es la potencia de lo que impulsa, lo que no puede suturar.

De ahí, quizás, que la memoria elija el mapa como forma dilecta. Cartografías de memoria. Una ciudad salpicada de blancas baldosas, que señalan el acontecimiento privado, la ruptura insalvable de la rutina íntima, y configuran el proceso político: el sistema de represión que se realiza en la totalización de esas singulares marcas.

Es en este sentido que debemos pensar a partir de esas marcas que atan lo singular con lo universal, el acontecimiento con el proceso, el caso con el sistema, la práctica genocida con la realización simbólica efectiva y su perseverancia travestida en las practicas actuales de estigmatización, segregación y exclusión que vinculan el genocidio del Terrorismo de Estado con la Violencia Institucional actual

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