1. Elijo empezar las notas sobre Barcelona
con esta foto de Marina Ginestá, miliciana comunista republicana, tomada por Hans Gutman en la terraza del
Hotel Colón el 19 de julio de 1936. Vi ésta foto en los patios de las oficinas
de Turismo del Ayuntamiento de Barcelona, en una exposición de la agencia EFE,
que adquirió el fondo fotográfico de Gutman en 1987.
Guarda
ella algo de la épica del viento, que recuerda también a la foto del Che tomada
por Alberto Corda en 1967, que recuerda a su vez a los vientos de la historia
que alzan al Angelus de Klee descripto por Benjamín. Pero mientras el Che tiene
el seño de quien afronta la historia con la experiencia, Marina, en esa sonrisa
giocondesa de 17 años, le pone a la lucha la alegría desafiante de quien
compromete su presente. “Tiene la inteligencia en los ojos y la decisión en
los gestos”, dice de ella De la Torriente Brau en “Cartas y crónicas de España”. De
fondo, las agujas de Barcelona. Catedrales y edificios, dan forma al desafío
que la revolución asumía. El viejo sueño de la comuna late detrás.
2. Imposible no pensar entonces en el sentido del rostro. Dice Roland
Barthes en sus Mitologías en relación al de La Garbo que “pertenece aún a ese momento del
cine en que el encanto del rostro humano perturbaba enormemente a las
multitudes, cuando uno se perdía literalmente en una imagen humana como dentro
de un filtro, cuando el rostro constituía una suerte de estado absoluto de la
carne que no se podía alcanzar ni abandonar”.
El
rostro pone en escena un aura que disloca la maquina del cine, encantando y
perturbando. El rostro de la
Garbo emerge del centro de la industria cultural como una
mercancía más, pero al mismo tiempo sosteniendo la posibilidad que nos perdamos
en ella.
La
industria cultural se produce a sí misma en la reproducción de la obra de arte
que, al igual que la mercancía, es alienada al productor, perdiendo allí la
subjetividad que le da sentido. Pero esa subjetividad pervive como aura en la mercancía, que contiene
entonces la posibilidad de recuperar en el momento del consumo esa
subjetivación del trabajo y el reencuentro con el trabajador consigo mismo.
Barthes
encuentra ese aura en el rostro de la Garbo. O sea, en el corazón de la industria de
Hollywood, de la industria cultural, hay algo en el rostro de la Garbo que redime, que
reencuentra ese momento arcaico de la obra, del producto antes de la mercancía.
En este
sentido, yo también me pierdo en el rostro de esta miliciana española. Pues hay
algo allí que quiere ser redimido. ¿Marina? ¿La ciudad? ¿La revolución?.
3. Es interesante para pensar en primer
lugar la ciudad. Rescatar la particular historia de Barcelona como nodo del
sentido español. Y catalán. España y Cataluña escenifican hoy un guión que recorre
toda Europa y que es tan arcaico como el Estado Nación mismo. Pensar el reclamo
de soberanía como arcaico (idea que le robo a la derechista Soraya Saénz de Santamaría) significa
pensarlo como una prerrogativa pre estatal, conservador en tanto se sostiene en
identidades y derechos previos al Estado Moderno. Previa al estado soberano.
Pero no hay nada antes del Soberano, no hay nada que reclamar. El poder que no
ha sido concedido, porque no hay poder previo, y por ello no hay nada que
reclamar.
Pero también
es un reclamo que da un paso atrás para dar dos adelante. Como describía E. P. Thompson los reclamos de los campesinos
que solicitaban el uso de sus tierras comunes del feudalismo frente a ese
proceso de cercamiento que empezaba a dar forma a la propiedad privada. Un
reclamo conservador frente a la innovación de la propiedad privada. Un salto
como el de Marx en el Mir. Encontrar en la supervivencia de una forma arcaica,
formas de organización de la sociedad más revolucionaria.
El reclamo
por la soberanía recupera un derecho pre estatal, pero al mismo tiempo está
liberando fuerzas desconocidas. Esas fuerzas anidan en la ciudad de Barcelona,
que es el modelo de ciudad cosmopolita.
4. Barcelona es la ciudad cosmopolita, ciudad
que ha transformado el territorio en mercancía y la ciudad en una marca. Los
barrios como productos del marketing.
No debe
haber ciudad que se halla reinventado a si misma tantas veces como Barcelona.
Combinación
exacta de una clase política marketinera, una burguesía siempre volcada al
espacio urbano (desde la
Exposición de 1888
a las Olimpiadas de 1992, del Gótico al Modernismo) y un
proceso de apertura a los Fondos Estructurales. Asi, mediante el dispositivo
del Planeamiento Estratégico Urbano como modo marketinero de resolución de
problema de las Administración Pública, la ciudad desarrollo tremendas
estructuras urbanas que son hoy su marca más reconocible.
Atrás de
este modelo siguió el resto de España, a colgarse de la teta europea. Así vemos
hoy como corren dos o tres autopistas una paralela a la otra, como las rotondas
pululan como girasoles, y como arquitectos top terminan envueltos con políticos
autonómicos en vueltos y roscas que pensábamos que eran exclusivos de nuestras
latitudes.
5. Encontrar en el corazón de ese modelo, el
rostro que redime. Un conjunto de experiencias que resisten. La okupación y el
reclamo por el Centro Social de Can Vies, la movida de los barrios resistiendo el modelo turístico, la defensa de Gamonal. Demandas actuales que recuperan tradiciones locales, entre ellas las comunas republicanas o la huelga general de La Canadiense en 1919. Y en la recuperación de esas tradiciones populares recuperamos formas de organización
comunales, no dirigidas, de abajo a arriba.
Y esas
tradiciones anidan en el rostro de Marina. Frente a un Che Guevara que enfrenta
el viento de la historia, con el vacío de fondo, el vacío de la historia y la
seriedad de la revolución. Revolución de ceño fruncido. Marina no. Ella es una
revolución que incluye el género, la juventud, la osadía, la ingenuidad, la
sonrisa casi de Mona Lisa de Marina. Y el riesgo y la aventura. Anida en esas
cúpulas, en esa burguesía que construye la ciudad. El germen de la revolución,
esa estrategia casi ontológica. Ese reclamo necesita anidar allí.
Marina
murió el 6 de enero de este año.
Bibliografía
Roland
Barthes, "Mitologías" (traducción de Héctor Schmucler). Siglo XXI.
Primera edición en español: 1980.
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